Baisers maudits
Eric Halphen
Delcroix es un joven sumiso que ha llegado a ser juez de instrucción sin saber exactamente por qué. Nombrado en Caen para su primer puesto, conoce a Mariette y decide vivir con ella. Trabajo y noches tranquilas – la vida, en provincia, es rutinaria. Mayo del 68 se acerca. La revolución está en el aire. Cierta mañana, una joven comparece en el despacho del juez por atraco. A pesar de las esposas que la oprimen, se desprende de ella una libertad insolente. El juez está fascinado. Todo cambia lentamente. Mariette no puede hacer nada. Incluso Delcroix acude a la cárcel en la que Elvire está encarcelada. La entrevista en el locutorio se acaba con un beso. Y la permuta inmediata de Delcroix.
En París, Delcroix olvidará poco a poco y se salvará. Conoce a Laure, que llegará a ser su esposa. Nace un hijo. Los años felices transcurren hasta que, en mayo del 81, Delcroix piensa divisar a Elvire por la calle. Habrá salido de la cárcel. Estará libre. Inmediatamente después, el juez investiga y, por otra casualidad, encuentra a Elvire. En seguida una doble vida empieza. Al no querer abandonar a su esposa, al querer aprovecharse a lo máximo de Elvire, Delcroix va a perderlo todo cierta mañana, a causa de un último beso.
De la misma manera que existen falsas historias policíacas, existen falsas historias de amor. Besos malditos habla sobre todo de fe, de voluntad y de compromiso. Delcroix, digno representante de nuestra época, duda de todo : del otro, de Dios, de la familia, de la política, del poder, del dinero y por cierto del amor. Con humor y fineza, Eric Halphen muestra a qué puede llevar el escepticismo extremo, la ausencia de deseos y de sueños : a cosas echadas a perder, al vacío – a una vida para nada.