El psicoanálisis ha considerado el sueño como un medio privilegiado para acceder al inconsciente. Pero hay que dejar de lado los discursos científicos y psicoanalíticos trillados para acceder a una comprensión renovada de los sueños y recibir las pruebas que nos ofrecen de manera inesperada. El animal sueña. La actividad onírica se inscribe en el reino animal, mucho antes de la emergencia de la humanidad, simultáneamente al juego y a la homeotermia. Esta continuidad entre el animal y el hombre se afirma tanto en los grandes mitos como en la genética moderna. El inconsciente que evoca Pierre Lembeye interviene por tanto antes del individuo, del ser humano, del lenguaje. El sueño se presenta como manifiesto y se toman en consideración su trascendencia y su porvenir. Lo que funda y gobierna, no es ni la voluntad ni el sueño, sino este momento de contacto y de prueba entre vela y sueño, que concierne al ser entero, antes de que el despertar reparador instaure la precedencia de la vista y del oído sobre el conjunto de la sensorialidad. Pierre Lembeye pone en tela de juicio algunas certidumbres que nos impiden reflexionar sobre el sueño. Confrontando las interpretaciones muy conocidas del psicoanálisis con sus lecturas experimentales (entrevistas con sus pacientes en el período del 11 de septiembre, sueños de niños palestinos, sueños de Alemanes durante la guerra o sueños de Primo Levi en campo de concentración…), considera el sueño como una « prueba » dada al soñador para vivir.