En el diario Courrier d’Avesnes, Massicot tiene aterrorizada a toda la redacción. Nunca está nada bien. Nada está escrito como Dios manda. Nada está pensado como Dios manda. Menos mal que está él aquí, para dirigir ese periódico y evitar que se vaya a pique. Y encima, desde hace algunas semanas, tiene que soportar al Becario que Magnat, el jefazo, le ha encasquetado. ¡ Un inútil ! Y que encima tiene éxito con las mujeres, con ese falso aspecto juvenil.
La historia comienza un día de ira. Para quitarse de encima a ese nuevo Don Juan de tres al cuarto, Massicot le manda como reportero permanente a un poblacho perdido donde, a todas luces, el Becario caerá en el olvido más completo. Saint-Paulin sur Morbier. Departamento de Coulommiers, situado a equidistancia entre Faisselle y Gaperon, las dos subprefecturas. Pueblo de 332 habitantes. Desde allí, el Becario deberá enviar regularmente una crónica al periódico. Y como nunca pasa nada en Saint-Paulin, el Becario- piensa Massicot – caerá definitivamente en el olvido.
Funesto error …

En esta segunda novela de Thierry du Sorbier, se enfrentan un fenómeno social (el becario) con una o dos lacras típicas de nuestra época (la informatización total, la incompetencia de las jerarquías). Un tren, una recepcionista lozana, unos famosos, un realizador chalado con sus guardaespaldas, un redactor jefe perverso, una sala de redacción amedrentada, algunos crímenes, varias toneladas de queso, ocho camiones, dos perros y un par de mocasines fueron necesarios para la redacción de esa farsa.
Seguro que conoce usted a un becario. Será, como todos, simpático y explotable. Pero si usted supiera la mitad de lo que le puede suceder, de lo que puede hacer a sus espaldas, lo vería con otros ojos…
El libro más divertido de la rentrée.