Dicen que odiar ya no se lleva. Que es impropio y totalmente vulgar. Es lo que lamenta Patrick Declerck, de viaje por Nueva York tras las huellas del 11 de septiembre del 2001 y de los recuerdos de su juventud en Manhattan.

Aprovecha la ocasión para ridiculizar el infantilismo de los monoteísmos que siempre confunden el mal con la sexualidad.

¿Sabían ustedes que tres de los asesinos del 11 de septiembre habían llamado a un servicio de prostitución la víspera de su vuelo? Pero les pareció demasiado caro, así que colgaron…