Abril de 1992. La guerra estalla en Bosnia, asolada por las tropas extremistas serbias, manipuladas por Slobodan Milosevic. Matando, robando y violando, soldados y paramilitares se convierten en los actores de un proyecto insensato : desmembrar Bosnia, donde Serbios, Croatas y Musulmanes viven en paz desde hace mil años, y crear regiones étnicamente puras. Sarajevo estará atenazada bajo un diluvio de obús durante 1263 días, o sea ¡ un sitio más largo que el de Leningrad ! Jovan Divjak, Serbio de origen, se quedó en Sarajevo para defender su ciudad. Eligió quedarse con todos los que querían una Bosnia unida – los Musulmanes, pero también los Serbios y los Croatas.
Interrogado por Florence La Bruyère, Jovan Divjak relata su infancia en la Yugoslavia de Tito. Describe la ciudad de la que se enamoró en 1966, crisol de la identidad yugoslava y luego bosnia. Cuenta la increíble resistencia de los habitantes de la ciudad que entierran sus muertos bajo el ardor de los snipers y de los artistas decididos en organizar espectáculos. También habla de la miseria de las tropas bosnias. El ejército que Tito había puesto al servicio de todos se portó como traidor al tomar el partido de los criminales. Divjak, indignado, no se lo perdona. No disimula sus decepciones ni sus dudas : la impotencia y la incompetencia de los políticos, el fin de un ejército multiétnico de Bosnia Herzegobina en el que el poder impone a los Musulmanes, y el porvenir incierto de un país convertido en semiprotectorado. La paz que se instauró no es la con la que soñó.