Marthe tiene doce años, vive en una granja con sus padres y su hermano pequeño Léonce. Su padre es un hombre prácticamente autista y de una brutalitad inaudita con la madre. La única obsesión de los niños, Marthe y Léonce, es traerle flores a esa mujer maltratada para darle un poco de ternura. Se animan el uno al otro como pueden, y juntos tendrán que superar el drama ineluctable y la tragedia de la desaparición. 

Marthe tiene dieciséis años cuando conoce a Florent. Gracias a él, experimentará la pureza del primer amor. Los juegos de la infancia dan paso al descubrimiento de que los cuerpos y los seres también pueden ser dulces y tiernos. Un día, Marthe le enseñará a los demás la riqueza de las palabras de las que su padre la quiere privar, la felicidad de leer y la de inventarse otras realidades.

Esta breve novela posee un lenguaje muy poético y ameno a la vez. Es una historia emocionante y carnal, que nos sumerge sin patetismos en un drama familiar donde el amor y el deseo de vivir permiten resistir frente la destrucción.
El novelista describe con mucho talento la locura de los hombres y la violencia de género.