«Observo el pueblo y veo a los adultos trabajando, sin hablar y tratando de enterrar los secretos que los unen. Observo al Idiota yéndose a la cama, a su amada, a sus animales cuyo destino suele ser cruel. Me escondo en los campos o en los bosques, como el viejo jabalí gris, como el obrero desaparecido, y sumerjo medio cuerpo en el río de dos lechos donde duerme el siluro. Y al final elevo la mirada al cielo, abro la boca y bebo la lluvia, bebo el sol, y miro más allá del infinito universo al que pertenezco y que el profesor nos muestra con el dedo, a nosotros que tonteamos en clase, indiferentes al drama que nos aguarda.»

En esta primera novela sensible, Jean Luc Cattacin se mete en la piel de un niño para mostrarnos, con una mezcla de ternura y de violencia, a los seres de la vida cotidiana.

Una novela sobre la infancia y el despertar al mundo, en la estela de los grandes poetas de la vida cotidiana.

Una escritura luminosa, llena de frescura y de sensibilidad por la naturaleza.