Las nanopartículas son unos elementos que miden entre 1 y 100 nanómetros, 1 nanómetro siendo mil millones de veces más pequeño que un metro. A modo de comparación, el nanómetro es al metro ¡lo que un enano de jardín es a la distancia Tierra-Luna!

Hoy en día, esas sustancias han invadido nuestra vida cotidiana. En Francia, se utilizaron en 2013 más de 400?000 toneladas. Cosméticos, embalajes, textiles, productos alimentarios, medicamentos… ahora se usan en todos los ámbitos. Los empresarios consideran que es la solución a numerosos problemas porque estas pequeñísimas partículas (nanotubos de carbono, nano-plata, nano-titanium o nano-zinc, etc.) poseen propiedades fisicoquímicas específicas muy interesantes que no poseen las partículas más grandes: están presentes, por ejemplo, en el cristal «autolimpiador», el cemento «antisuciedad», algunos revestimientos bactericidas y algunos materiales ultra-resistentes o ultraligeros.

Sin embargo, estas partículas suscitan preocupación. Aunque sus ventajas son evidentes, cada día son más numerosas las personas que alertan de los riesgos que suponen tanto para el consumidor como para el medio ambiente: una vez liberadas en nuestro organismo, podrían tener efectos tóxicos sobre nuestra salud. Con lo cual ¿son realmente útiles? ¿Debemos desconfiar de ellas? Tanto el sentido común como el principio de precaución recomendarían dejar de poner en circulación elementos no testados, y limitar al menos su uso a aquellos productos realmente indispensables.

Cosméticos, embalajes, textiles, productos alimentarios, medicamentos…, las nanopartículas han invadido nuestra vida cotidiana. Los empresarios las han incorporado en numerosos productos de uso frecuente, ya que estas mini partículas poseen propiedades fisicoquímicas especiales (resistencia, flexibilidad, etc.), pero sin haber verificado su inocuidad para el organismo. Y cada vez más científicos alertan sobre su posible peligrosidad para la salud.