Les Derniers Indiens
Marie-Hélène Lafon
Son dos. La hermana, Marie, y el hermano, Jean. Dos en la casa Santoire. Los últimos. No fueron elegidos ni eligieron nada, no se casaron, no tuvieron hijos. Fueron aplastados por su madre, la todopoderosa, que solo amó y reconoció al mayor, el deseado, Pierre, muerto con treinta y tres años. El padre existió muy poco. Desprovisto de bienes, tolerado en casa por su capacidad de trabajo, solo procreó. Son, sin embargo, una familia.
Enfrente, al otro lado de la pequeña carretera, al alcance de la vista, vive la tribu pletórica de los vecinos que la madre despreciaba. Gente humilde, jornaleros agrícolas. A golpe de alegre tenacidad, dejaron atrás su precario estatus, se casaron y tuvieron hijos. Se convirtieron en los más fuertes, poseen, compran, piden dinero y lo devuelven. Son modernos y creen en el porvenir. Aunque, conocieron la desgracia. La de su pequeña Alice, desaparecida en los negros bosques del invierno, tras haber seguido a un hombre en coche. Pese a las investigaciones y los artículos en los periódicos, el autor del crimen nunca fue encontrado. El silencio recayó sobre el misterio de Alice, que tan poco existió.
El lector escucha la voz de Marie que, no obstante, no dice yo. Marie existe para recordar los cuerpos atormentados, el del hermano mayor consumido por la enfermedad, el de Alice muerta como una bestia. Crucificados en el altar de la madre y el orgullo familiar, Marie y Jean son los últimos indios. Su mundo ha desaparecido. Desde su ventana, contemplan con avidez la vida de los vecinos. La vida de los otros. De los verdaderos vivos.
La confrontación de dos mundos. El de los Santoire, campesinos propietarios orgullosos de sus bienes y de su pasado. Y el de sus vecinos, simples jornaleros agrícolas, sin modales. Un mundo en declive frente a un mundo que cree en el porvenir. Un retrato de dos familias, en una comarca cerrada, hasta la muerte.