La vida cotidiana de los bulevares periféricos que rodean Moscú, con sus alamedas donde viejos extraños se pasan gran parte del tiempo, sirve de marco para el relato de Félix Kandel. Todo tipo de individuos raros y extravagantes deambulan y charlan, en los bancos, al pie de las estatuas o en los parques. A través de sus héroes, Félix Kandel nos describe el pasado difícil, el presente inhumano y el porvenir sin esperanza de sus ex conciudadanos y compatriotas, los Rusos en general y los Moscovitas en particular. Explora el pasado en un torbellino de imágenes y nos propone una representación totalmente barroca de este país que abandonó para Israel. Al final de estos vagabundeos en compañía de personajes singulares, el autor se despide de su país y de todos sus amigos, durante una escena magistral que, dice, se inspira en el final de la película de Ocho y medio. En un universo próximo del mundo de Boulgakov, el estilo rico, denso, subido de color de Félix Kandel mezcla el humor y la poesía. Pero su mirada enternecida y nostálgica sobre los lugares de su infancia que quería mucho, ofrece al lector escenas particularmente conmovedoras.